El mapa del terrorismo global se está moviendo, y América Latina aparece cada vez más marcada en rojo.
Washington D.C., octubre de 2025.
Ante el Comité de Seguridad Nacional del Senado de Estados Unidos, un grupo de expertos en inteligencia y terrorismo internacional advirtió sobre la expansión silenciosa de Hezbollah en Venezuela y su influencia creciente en redes financieras, políticas y criminales del continente. Las comparecencias coincidieron en un punto: la organización libanesa, respaldada por Irán, ha consolidado un ecosistema operativo que desborda lo religioso y penetra lo estratégico.
De acuerdo con el Consejo Atlántico, la presencia del grupo en territorio venezolano no es nueva, pero ha evolucionado de la financiación encubierta a la articulación logística. Los especialistas presentaron evidencias de vínculos entre funcionarios locales, empresas mixtas y estructuras criminales transnacionales que funcionan como nodos de lavado y tránsito de recursos. Esa convergencia, advirtieron, ha permitido a Hezbollah financiar operaciones en Medio Oriente utilizando el corredor latinoamericano como retaguardia financiera.
En la audiencia, analistas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) señalaron que las rutas de contrabando entre el Caribe, la frontera colombo-venezolana y los puertos del Golfo de Paria se han convertido en espacios de convergencia para actores ilícitos. Lo que comenzó como presencia simbólica en comunidades chiitas locales terminó derivando en estructuras con capacidad de inteligencia y coordinación táctica.
Desde Bruselas, un informe del Servicio Europeo de Acción Exterior coincide con la preocupación estadounidense. Subraya que los vínculos entre Caracas y Teherán se han reforzado a través de acuerdos energéticos, intercambios tecnológicos y misiones diplomáticas paralelas. En ese contexto, Hezbollah actúa como brazo informal, aprovechando los canales logísticos creados para el comercio de crudo sancionado.
El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), con sede en Londres, añadió que la creciente dolarización de la economía venezolana ha facilitado mecanismos de lavado en criptomonedas, oro y transferencias trianguladas a través de bancos africanos y empresas fantasma registradas en Oriente Medio. Ese entramado financiero es, según sus analistas, una muestra de cómo el terrorismo híbrido adopta estructuras corporativas.
El debate en el Senado estadounidense reflejó un cambio de paradigma: la amenaza ya no se percibe solo en el campo militar o en la propaganda digital, sino en la simbiosis entre Estado fallido y organización transnacional. Legisladores de ambos partidos coincidieron en la necesidad de ampliar las sanciones contra individuos y entidades vinculadas al grupo, así como reforzar la cooperación regional en inteligencia y ciberseguridad.
En América Latina, las reacciones no tardaron. Funcionarios de Colombia y Brasil reconocieron públicamente la existencia de células financieras vinculadas a la red chiita, mientras que gobiernos del Caribe han solicitado asistencia técnica del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para rastrear operaciones sospechosas. Analistas de seguridad regional, citados por medios europeos, advierten que esta expansión no busca control territorial, sino influencia política mediante el financiamiento de movimientos aliados y el acceso a rutas estratégicas.
La respuesta de Caracas fue inmediata: el Ministerio de Relaciones Exteriores calificó las acusaciones como “fabricaciones imperiales” y defendió su alianza con Irán bajo el argumento de “cooperación soberana”. Sin embargo, la ausencia de transparencia en la gestión portuaria y el aumento del flujo aéreo entre Teherán y Caracas mantienen la sospecha de que los vínculos superan lo diplomático.
Fuentes de inteligencia israelí citadas por el Jerusalem Post sostienen que la estructura de Hezbollah en Sudamérica responde directamente al Consejo de la Shura en Beirut y mantiene comunicación constante con operadores iraníes en Siria. Esa afirmación coincide con la información del Departamento de Estado, que en su último informe sobre terrorismo global clasificó a la región como “entorno de riesgo medio-alto” por su vulnerabilidad institucional y su alta liquidez informal.
Desde Asia, analistas del Lowy Institute australiano advierten que la expansión de Hezbollah en el hemisferio occidental podría servir como carta de negociación para Teherán frente a las presiones del G7. En otras palabras, América Latina se convierte en tablero alternativo de una guerra fría asimétrica que combina petróleo, oro y criptomonedas con ideología y poder blando.
La discusión en el Senado dejó claro que Washington observa con creciente inquietud la intersección entre crimen organizado y terrorismo en la región. Lo que hasta hace una década parecía un problema lejano hoy se traduce en operaciones con ramificaciones financieras en Miami, Panamá y Buenos Aires.
Para algunos expertos, América Latina vive una fase de “cooptación gris”: actores externos aprovechan la debilidad institucional y la economía informal para incrustarse sin confrontación abierta. El resultado es una región donde las fronteras entre política, negocio y militancia se difuminan, mientras el flujo de dinero ilícito alimenta redes globales de poder.
Hezbollah ya no actúa solo como milicia ideológica, sino como actor económico con estructura adaptable. Y Venezuela, inmersa en aislamiento y crisis, ofrece el terreno perfecto para esa metamorfosis.
Phoenix24: claridad en la zona gris. / Phoenix24: clarity in the grey zone.