El rugido del lujo: Haaland y la velocidad como símbolo de poder

Hay futbolistas que coleccionan trofeos. Haaland colecciona motores.

Manchester, octubre de 2025.
Erling Haaland volvió a captar la atención fuera de la cancha. Esta vez no por sus goles ni por su precisión quirúrgica frente al arco, sino por sumar a su garaje un Lamborghini Huracán Sterrato, una pieza limitada que combina estética agresiva con ingeniería extrema. El vehículo, valorado en más de 300 mil dólares, representa una síntesis del estilo del noruego: potencia controlada, tecnología avanzada y una presencia que impone incluso en silencio.

El modelo elegido por el delantero del Manchester City es una rareza en el catálogo de la marca italiana. Equipado con un motor V10 de 5,2 litros, tracción integral y suspensión adaptativa, el Sterrato está diseñado tanto para carretera como para terrenos mixtos. En palabras del fabricante, “es el primer superdeportivo que se atreve a ensuciarse las ruedas”. Esa declaración parece describir también la mentalidad del jugador, acostumbrado a desafiar convenciones y redefinir límites.

De acuerdo con estimaciones del Financial Times y del Instituto Peterson de Economía Internacional, el mercado global de automóviles de lujo deportivos se ha incrementado un 22 % en los últimos tres años, impulsado por compradores jóvenes con ingresos derivados del entretenimiento y los deportes. El fenómeno tiene nombre: “hipermovilidad simbólica”. No se trata solo de desplazarse, sino de proyectar poder, éxito y diferenciación.

Haaland, con apenas 25 años, se ha convertido en uno de los embajadores involuntarios de esa nueva cultura del lujo. Su colección personal incluye un Bugatti Chiron Pur Sport, varios Rolls-Royce Cullinan, un Mercedes AMG One y un Audi RS e-tron GT, entre otros. Según reportes de BBC Business Europe, el valor conjunto de su flota supera los 10 millones de dólares, una cifra comparable a la inversión anual de una escudería menor de Fórmula E.

El contraste con otras estrellas europeas es revelador. Mientras Kylian Mbappé ha optado por una colección más discreta y Lionel Messi por automóviles de edición clásica, Haaland se inclina por la innovación tecnológica: motores híbridos, chasises en fibra de carbono y sistemas de conducción semiautónoma. Un analista de Car Magazine Asia describe su gusto como “futurismo funcional”: nada es ornamental, todo tiene propósito.

El contexto financiero también ayuda a entender la magnitud del fenómeno. El delantero percibe un salario semanal cercano a las 500 mil libras esterlinas, sin contar contratos de patrocinio con Nike y EA Sports. La revista Forbes sitúa su patrimonio neto por encima de los 90 millones de dólares, con proyección de duplicarse antes de 2027 si mantiene su ritmo goleador y su valor publicitario. Desde la óptica de la OCDE, la industria deportiva europea se ha convertido en un nodo económico tan influyente como el tecnológico o el energético, con los atletas como microcorporaciones.

Pero la fascinación de Haaland por los autos no es mero capricho. En declaraciones previas recogidas por medios nórdicos, el jugador reconoció que el sonido de un motor potente le produce la misma sensación de concentración que un estadio lleno. “El control, la aceleración y el silencio interior antes de arrancar son iguales al momento previo a un gol”, comentó alguna vez en una entrevista para NRK Sport. Esa analogía entre máquina y cuerpo explica por qué cada adquisición parece tener un sentido ritual.

Fuentes del Museo Lamborghini de Sant’Agata Bolognese confirmaron que el Huracán Sterrato que conduce el noruego pertenece a una de las últimas unidades ensambladas antes de que la marca migre completamente a motores híbridos. En otras palabras, su automóvil es ya una pieza de transición histórica: el último rugido de una era dominada por la combustión pura.

El fenómeno Haaland trasciende la estadística deportiva. En Asia, donde el futbol europeo se consume con devoción tecnológica, su figura es utilizada por empresas automotrices como ejemplo de modernidad escandinava. En Medio Oriente, analistas del Emirates Financial Center lo señalan como modelo de gestión de imagen personal, capaz de convertir cada aparición en un evento de marketing global. Y en América Latina, medios especializados en automovilismo destacan su influencia entre los jóvenes que ven en el fútbol un trampolín hacia el lujo aspiracional.

Detrás de su aparente frivolidad hay cálculo. Haaland pertenece a una generación que entiende que el capital simbólico —la percepción pública de éxito— es tan valioso como el rendimiento deportivo. Cada coche nuevo es una narrativa, una estrategia de visibilidad y una inversión en posicionamiento. El Sterrato, más que un vehículo, es un mensaje: velocidad, control y exclusividad.

Mientras el delantero sigue rompiendo récords en la Premier League, su garaje se transforma en un museo privado del diseño automotriz contemporáneo. Lo que para algunos es ostentación, para otros es una manera de registrar una época en que los futbolistas son también curadores de su propio mito.

En el fondo, Haaland no conduce solo autos: conduce una era. La de los atletas que compiten en la cancha y en el imaginario colectivo con la misma precisión con la que un motor alcanza su punto de equilibrio. Su Lamborghini verde mate no es simplemente un juguete; es la metáfora de un estilo de vida donde cada kilómetro suena como un gol celebrado a toda velocidad.

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