El emblemático centro cultural porteño renueva su historia con una mirada al arte, la arquitectura y la memoria urbana.
Buenos Aires, octubre de 2025.
El Centro Cultural Recoleta cumple cuarenta y cinco años y lo celebra con una programación que fusiona arte contemporáneo, historia y homenaje arquitectónico. La institución, considerada una de las más emblemáticas del circuito cultural argentino, abrió sus puertas para inaugurar cuatro exposiciones simultáneas y rendir tributo a los creadores que transformaron su fisonomía: Jacques Bedel, Luis Benedit y Clorindo Testa. El aniversario no solo revisita su legado estético, sino que reafirma el papel del Recoleta como laboratorio de innovación y punto de encuentro entre generaciones artísticas.
La exposición principal, titulada Artistas y Arquitectos: Bedel, Benedit y Testa, presenta una reconstrucción minuciosa del proceso que dio origen al actual edificio, transformado entre 1979 y 1983 a partir del antiguo Asilo General Viamonte. Bajo la curaduría de Cecilia Rabossi, la muestra combina planos originales, fotografías históricas, bocetos y material de archivo que documentan el diálogo entre arte y arquitectura que definió aquella etapa. La propuesta invita al visitante a recorrer la evolución de un proyecto que convirtió un conjunto monástico del siglo XVIII en un símbolo de la cultura moderna argentina.
El recorrido incluye piezas icónicas del trío fundador, así como obras contemporáneas que dialogan con su legado. Entre ellas se destaca la serie Rapsodias de Jacques Bedel, una colección de estructuras translúcidas y lumínicas que exploran la interacción entre materia y espacio. También se exhiben maquetas restauradas del diseño original de Clorindo Testa, junto con instalaciones de Luis Benedit que integran biología, arte y estructura arquitectónica.
Las tres exposiciones complementarias proponen un contrapunto entre pasado y presente. Lo que arrastra la corriente, de María Daud, Agustín Míguez e Inés Tillous, utiliza el agua como metáfora de transformación y continuidad. La muestra invita a reflexionar sobre la memoria de los ríos, la deriva de los cuerpos y la idea de flujo permanente en la historia urbana. En otro sector, Ombligo, con curaduría de Nicolás Cuello, despliega pinturas y esculturas que abordan la relación entre intimidad y territorio emocional. Por último, Punto de mira, de María Martha Pichel, investiga la precisión geométrica del cuerpo y la tensión entre concentración y movimiento, en una secuencia inspirada en la práctica del tiro con arco.
El aniversario del Recoleta se inscribe en un momento de renovación cultural para Buenos Aires. Las autoridades de la ciudad destacaron el valor simbólico del edificio, que a lo largo de los siglos fue convento, cuartel, hospital y escuela antes de convertirse en centro cultural. Cada etapa de su historia refleja las mutaciones sociales y urbanas del país. El homenaje a Bedel, Benedit y Testa busca reconocer no solo su aporte arquitectónico, sino su visión humanista del espacio público como territorio de encuentro y experimentación.
Durante la inauguración, la dirección del Recoleta subrayó la importancia de preservar el espíritu colaborativo que dio origen al proyecto. La conmemoración incluye mesas redondas, charlas con artistas y una retrospectiva audiovisual sobre la evolución del edificio. La programación estará abierta al público durante los próximos meses con entrada libre, reforzando el compromiso del centro con el acceso democrático a la cultura.
El impacto del Recoleta trasciende las fronteras nacionales. Su modelo de gestión, basado en la combinación de arte emergente y patrimonio histórico, ha sido reconocido por organismos culturales de Europa y América Latina como ejemplo de sostenibilidad institucional. Museos de España, México y Chile han manifestado interés en replicar su esquema de cooperación entre instituciones públicas y comunidades creativas.
Los especialistas en arquitectura coinciden en que la obra de Clorindo Testa representa un punto de inflexión en la identidad visual de Buenos Aires. Su lenguaje brutalista, reinterpretado con sensibilidad artística, convirtió al edificio en un icono de la modernidad local. Cuarenta y cinco años después, el Recoleta mantiene ese equilibrio entre estructura y emoción, entre la memoria material y la imaginación cultural.
Para el público porteño, la celebración no es solo un aniversario institucional, sino una invitación a reencontrarse con un espacio que forma parte del paisaje emocional de la ciudad. Las salas, los pasillos y los patios del edificio vuelven a llenarse de color, voces y música, reafirmando la función del arte como eje de cohesión social. El Recoleta, que alguna vez fue símbolo de transformación urbana, se consolida hoy como emblema de permanencia creativa.
Con esta conmemoración, Buenos Aires celebra más que la historia de un edificio: celebra la persistencia del arte como forma de resistencia cultural, y la arquitectura como memoria viva de la identidad colectiva.
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