Home MujerCuando el dolor no pesa más que el deber: la eternidad de Kerri Strug

Cuando el dolor no pesa más que el deber: la eternidad de Kerri Strug

by Phoenix 24

A veces un salto basta para vencer al miedo.

Atlanta, julio de 1996.
El aire del Georgia Dome estaba cargado de expectación. El equipo femenino de gimnasia de Estados Unidos —conocido como The Magnificent Seven— perseguía un sueño inédito: ganar su primer oro olímpico colectivo. Faltaba un salto. El público contenía la respiración. Strug caminó lentamente hacia la pista con una lesión evidente, pero con una determinación que parecía desafiar toda lógica médica.

Su primer intento la dejó en el suelo, con el tobillo izquierdo gravemente afectado. En las gradas, los entrenadores dudaban. En el rostro de la joven de apenas dieciocho años se leía tanto el dolor como la decisión. Sin tiempo para diagnósticos ni lágrimas, volvió al punto de partida. Respiró, corrió y ejecutó el segundo salto. Aterrizó con firmeza, sostuvo el equilibrio unos segundos y levantó el brazo antes de desplomarse. Aquella nota —9.712— selló la victoria de su equipo y la convirtió en símbolo nacional.

En aquel instante, el deporte estadounidense rompió una hegemonía histórica. Durante décadas, la gimnasia femenina había sido dominio de potencias europeas y soviéticas. Según el New York Times, el oro de Atlanta marcó el inicio de una nueva era para las atletas estadounidenses, consolidando una generación que combinaba potencia y precisión con una mentalidad estratégica moldeada por años de frustración.

La imagen de Strug siendo cargada por su entrenador Bela Karolyi dio la vuelta al mundo. Para medios como BBC SportLe Monde, representó el triunfo del sacrificio y la disciplina; para otros, el inicio de un debate ético sobre los límites de la exigencia en el deporte de alto rendimiento. El Instituto Nacional de Salud de EE. UU. reconocería más tarde que su lesión requería meses de recuperación, aunque Strug insistió en participar en la ceremonia de premiación con el pie inmovilizado.

Años después, su salto sería revisitado bajo otra luz. Psicólogos del Centro de Investigación Olímpica Internacional han analizado aquel episodio como un paradigma de la cultura de la perfección: el impulso de cumplir aun cuando el cuerpo grita lo contrario. “La sociedad glorifica el heroísmo físico sin preguntar qué deja detrás”, señalaba un informe citado por The Guardian.

La propia Strug abordó el episodio con serenidad. En entrevistas recientes con ESPN y USA Today, reconoce que aquel día cambió su vida, pero también su forma de entender la gloria. Ya retirada, trabajó como maestra y servidora pública, manteniendo la modestia que la llevó a la historia.

Su salto sigue siendo lección y advertencia. Inspiración y límite. En la fragilidad de su tobillo se resumió la fuerza de un país.

La narrativa también es poder. / Narrative is power too.

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